Y si es por gracia, ya no es por obras; porque en tal caso la gracia ya no sería gracia. (Romanos 11:6)
¿A quién le ofrece Dios su regalo? ¿A los más brillantes? ¿A los más hermosos o a los más atractivos? No. Su regalo es para todos nosotros, mendigos y banqueros, clérigos y empleados, jueces y porteros. Todos hijos de Dios.
Y Él nos ama con tanta vehemencia, que nos tomará en cualquier condición, “como si” leyera nuestra condición en etiqueta de nuestros cuellos…
Él nos ama ahora.